¿Cuáles son las enfermedades cardiovasculares que más nos llevan a urgencias?

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La mortalidad cardiovascular va en aumento cada año, en parte, a causa del progresivo envejecimiento de la población, los malos hábitos de vida y la prevalencia de los factores de riesgo cardiovascular.

Según datos de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), las enfermedades cardiovasculares matan cada año a más de 125.000 personas en España. Por sexos, el infarto de miocardio es la principal causa de muerte entre los varones mayores de 60 años. En la mujer, el ictus es la patología cardiovascular con más mortalidad, aunque se espera que en los próximos años sigan aumentando las cifras relativas al infarto. Para hacernos una idea, ahora el infarto de miocardio triplica la mortalidad del cáncer de mama.

Las urgencias cardiovasculares más comunes

El infarto de miocardio

Suele ocurrir si una de las arterias que suministra sangre rica en oxígeno a todo el músculo cardíaco queda bloqueada por la acumulación de placas de grasa y otras sustancias. La sintomatología del paciente y las alteraciones electrocardiográficas son vitales para el diagnóstico.

La insuficiencia cardiaca

Se produce cuando el corazón no es capaz de bombear la cantidad suficiente de sangre para satisfacer la demanda del organismo. Suele ocurrir debido al envejecimiento y al actual aumento de la supervivencia a los eventos cardiovasculares, que permite alcanzar estadios más evolucionados de la enfermedad y desarrollar, con el tiempo, este tipo de insuficiencia.

Generalmente los síntomas de la insuficiencia cardíaca son la falta de aire (disnea) y el cansancio que, unidos a otras enfermedades, pueden provocar el fallo cardiaco.

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Emergencia hipertensiva

Ocurre cuando se produce una presión arterial excesiva que puede poner en riesgo la vida del paciente (superior a 200 mm Hg de presión sistólica o 120 mm Hg de presión diastólica). Según qué órgano se vea afectado, aparece una sintomatología u otra, que puede ser desde un ictus hasta una angina de pecho, un fallo renal, una hemorragia en la retina…

Las arritmias

Son trastornos del ritmo cardiaco, ya sea por exceso (taquicardia), por defecto (bradicardia) o por una anormalidad en el ritmo. La sintomatología suele ser el síncope (pérdida del conocimiento), palpitaciones o fallo cardiaco. La historia clínica, la exploración y el electrocardiograma son fundamentales para disgnosticarla. Y según su gravedad puede tratarse con fármacos, ser necesario el uso de un desfibrilador o, incluso, el implante de un marcapasos.

Síncope

Se produce una pérdida de conciencia porque no llega suficiente sangre al cerebro durante unos segundos. Aunque puede suceder por causas que no son graves, como el malestar ante la sangre o las agujas, causas ambientales o cambios posturales bruscos (más frecuente en las personas de edad avanzada), también pueden estar causados por enfermedades más graves, como un infarto, un ictus, arritmias…). Debemos tener cuidado con las caídas al suelo que pueden provocar los síncopes, ya que representan un riesgo para el paciente.

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Tromboembolismo pulmonar

Es un desprendimiento de un coágulo formado en una vena, que llega al corazón y produce una obstrucción que puede desembocar en una muerte súbita. Puede llegar a suceder tras un fuerte traumatismo que implique fractura o aplastamiento y que se complique debido a problemas de coagulación que se ven favorecidos, por ejemplo, por el uso de anticonceptivos hormonales en la mujer o por tumores malignos.

El síndrome aórtico agudo (SAA)

El envejecimiento o la arteriosclerosis pueden producir un aneurisma de aorta, que es una dilatación de una sección de la aorta, que se va debilitando progresivamente. Aunque es una enfermedad que se alarga en el tiempo y no presenta síntomas, la ruptura o el desgarro de un aneurisma es una situación peligrosa, porque es mortal hasta en un 80% de los casos. En esta situación los síntomas son evidentes: dolor de abdomen y de espalda que puede irradiarse por los glúteos y las piernas, sudor frío, mareos o sensación de vértigo, náuseas y vómitos, frecuencia cardiaca rápida, falta de aliento o presión arterial baja.

La importancia de la rapidez de reacción

En todos los casos la rapidez de actuación, tanto del enfermo como de los profesionales sanitarios, es vital, dada la gravedad que comportan. Y de la correcta actuación de estos profesionales dependerá en muchas ocasiones la buena evolución del paciente y a veces hasta su vida, afirma la SEMG.

Publicado el12-02-2019
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