Cómo prevenir la obesidad en los niños

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Es un hecho que cada vez hay más niños obesos o con sobrepeso. Los casos están aumentando de forma tan alarmante en los últimos años que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya clasifica la obesidad infantil como uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI. Según sus datos, se calcula que en 2016, más de 41 millones de niños menores de cinco años en todo el mundo tenían sobrepeso o eran obesos. Y es un problema que nos afecta de forma directa: España se ha convertido en el segundo país de la Unión Europea con mayor número de niños con problemas de sobrepeso.

¿Pero qué se considera sobrepeso y obesidad? Según la OMS, se definen como “una acumulación anormal o excesiva de grasa que supone un riesgo para la salud”. Por tanto, si un niño presenta un exceso de peso en relación a su edad y a su altura, se considera un niño obeso.

Aunque tradicionalmente considerábamos que un bebé o un niño rollizo era un signo de salud, actualmente sabemos que este exceso de grasa puede tener consecuencias muy negativas para la salud si no se previene desde la infancia. Y es que el 80% de los niños obesos seguirán siéndolo cuando lleguen a adultos si no se toman las medidas oportunas.

¿Cómo afecta a la salud de los niños y adolescentes el sobrepeso y la obesidad?

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Está demostrado que la obesidad infantil aumenta el riesgo de mortalidad e incapacidad relacionada con alguna enfermedad en la edad adulta. Los niños y adolescentes con un exceso de peso presentan ya factores de riesgo cardiovascular, como niveles altos de colesterol y de presión arterial y una cierta intolerancia a la glucosa. Por tanto, tienen más probabilidad de desarrollar algunas enfermedades como la diabetes o enfermedades cardiovasculares a edades tempranas.

Pero la obesidad infantil no afecta sólo a la salud física. También puede tener consecuencias negativas en el desarrollo emocional. En la sociedad, la obesidad no está bien vista y muchas veces genera reacciones negativas. En las personalidades de niños y adolescentes, que aún no están plenamente desarrolladas, ésto pueden generar sentimientos de rechazo e inferioridad, afectar a la autoestima y dar lugar a comportamientos de aislamiento social e incluso a depresión infantil. Y a su vez, estos sentimientos pueden dar lugar a otras consecuencias, como el consumo excesivo de calorías para intentar solucionar la ansiedad generada, por lo que el problema se convierte en un círculo difícil de romper.

Otras consecuencias de la obesidad y el sobrepeso infantil pueden ser la anorexia y bulimia, el estreñimiento infantil derivado del sedentarismo y un escasa ingesta de fibra, problemas respiratorios por la sobrecarga de los huesos y el aparato locomotor que disminuyen la tolerancia al ejercicio físico o problemas en la piel provocados por las irritaciones del roce que produce el exceso de grasa.

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¿Cuáles son las causas de la creciente obesidad infantil?

Aunque algunos casos puedan derivar de factores genéticos (los niños con padres con tendencia a la obesidad tienen más probabilidades de ser obesos), prácticamente la mayoría tienen su causa principal en un estilo de vida en el que predomina una dieta inadecuada, rica en alimentos hipercalóricos (grasas y azúcares) y un alto nivel de sedentarismo. Y ambos factores combinados producen una descompensación entre la ingesta y el gasto de calorías.

La buena noticia es que tanto la obesidad como el sedentarismo son prevenibles, por lo que debemos enfocar todos nuestro esfuerzos, ya desde el seno familiar, a la adopción de hábitos saludables que perduren hasta la edad adulta.

¿Cómo podemos prevenir la obesidad en los niños y adolescentes?

El papel de la familia es muy importante a la hora de poner en práctica nuevos hábitos saludables. Algunas recomendaciones generales que se pueden seguir son, por ejemplo, incluir en la cesta de la compra más frutas y verduras y menos productos que aporten grasas saturadas y azúcares, como dulces, bollos y refrescos azucarados. Un buen hábito es acostumbrar a los niños a tomar de postre frutas y yogures, y en la merienda bocadillos (de atún o queso, por ejemplo) en vez de otros productos más dulces.

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No es que sea necesario eliminar por completo estos alimentos de la dieta porque, aunque aportan pocos nutrientes y muchas calorías, su consumo esporádico no es perjudicial y por el contrario, prohibirlo podría causar ansiedad y más deseos de comerlos.

También es importante hacer 5 comidas al día y no olvidar un buen desayuno que aporte los nutrientes necesarios tras el ayuno de la noche. No debemos renunciar a comer en familia, cuando sea posible, para compartir estos buenos hábitos y llevar cierto control de lo que comen los niños.

A la hora de evitar el sedentarismo hay que procurar que los niños mantengan una vida activa, reduciendo las horas de televisión y videojuegos y fomentando las actividades al aire libre. Escoger la práctica de un deporte es muy beneficioso, sobre todo si se realiza en equipo, porque previene el sedentarismo y promueve otro tipo de valores positivos, como el esfuerzo y el trabajo en equipo. Realizar salidas al aire libre con la familia es otra opción muy saludable para todos.

Puedes encontrar otros consejos sobre cómo inculcar hábitos saludables en la familia en este artículo. Publicado el07-11-2017
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