

La presión arterial es la fuerza que ejerce la sangre sobre las paredes de las arterias, mediante el bombeo del corazón, para que llegue a todos los órganos del cuerpo. La presión máxima (sistólica) se obtiene en cada contracción del corazón y la mínima (diastólica), con cada relajación.
Hablamos de hipertensión cuando las cifras de presión arterial se mantienen elevadas de manera contínua: la presión sistólica por encima de 140 mmHg o la presión diastólica por encima de 90 mmHg. Es lo que llamamos habitualmente 14-9 (de máxima y mínima). Esta presión excesiva de forma continuada sobre las paredes de las arterias puede dañarlas.
Es importante destacar que a la hipertensión arterial también se le llama “la enfermedad silenciosa” porque no presenta ningún síntoma hasta que la enfermedad está muy desarrollada. Por tanto, es muy importante mantener un control de los niveles de tensión arterial en la población para poder detectar cualquier problema.
Los efectos que tiene la hipertensión arterial sobre el sistema cardiovascular son muchos y todos son perjudiciales:
Se considera que la tensión arterial es normal cuando los niveles de máximos de presión arterial sistólica (máxima) están entre 120-129 mmHg, y los de diastólica (mínima) entre 80 y 84 mmHg. Cifras más bajas también pueden considerarse normales, siempre que no provoquen ningún síntoma.
Las primeras medidas para controlar y prevenir la hipertensión arterial son dietéticas y de hábitos de vida saludable, así como el control regular de los niveles de tensión.
Para mantener las cifras normales de tensión arterial un factor muy importante es la dieta: una dieta equilibrada, pobre en sal y en alimentos altos en sodio, como las conservas. Otro factor importante es el control del peso: se sabe que la obesidad facilita el desarrollo de la hipertensión arterial. La realización de ejercicio de forma regular es otra de las medidas fundamentales para la prevención de la hipertensión, sobre todo el ejercicio aeróbico, que aumenta la capacidad pulmonar y cardiaca. También debemos evitar el tabaco y el exceso de alcohol.
Si con ésto no conseguimos los resultados esperados, tendremos que hacer un tratamiento farmacológico que nos indicará nuestro médico. Desgraciadamente, la mayoría de las personas diagnosticadas con hipertensión llegan a necesitar tratamiento, pero existen una gran variedad de fármacos capaces de controlar y reducir la tensión arterial y con probada eficacia a la hora de prevenir enfermedades cardiovasculares.
El problema es que muchas veces el paciente, al ver que logra controlar sus niveles de tensión arterial, tiende a abandonar la dieta o a reducir la medicación, perjudicando su situación. Por tanto, es importante seguir el tratamiento de forma continuada. Publicado el06-03-2018