Los cambios del corazón durante el embarazo

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El periodo gestacional supone para la mujer un gran cambio a nivel fisiológico. Para desarrollar y albergar una nueva vida y eliminar todos los residuos que deja este proceso, el cuerpo femenino debe adaptarse realizando un importante esfuerzo extra, sobre todo a nivel cardiovascular. Tanto el ritmo cardíaco como el sistema circulatorio sufren variaciones importantes que el organismo debe asumir, por lo que es necesario cuidarse y llevar un control médico estricto durante todo el embarazo.

¿Qué cambios se producen en el corazón durante el embarazo?

El corazón de la mujer debe responder a las demandas que tiene el desarrollo de una nueva vida en su interior y para ello necesita aumentar su actividad. En un embarazo normal, suelen producirse cambios cardiovasculares: en el gasto cardiaco, la presión arterial y la distensibilidad arterial (la capacidad que tienen los vasos sanguíneos para distenderse y contraerse apropiadamente en respuesta a los cambios de volumen y de presión).

Aumento del gasto cardíaco. En el embarazo, el corazón necesita bombear más cantidad de sangre para que se produzca una oxigenación adecuada tanto del feto como de la madre. Si el organismo normalmente cuenta con un volúmen sanguíneo de 4 o 5 litros, el de una gestante puede aumentar aproximadamente en un litro y medio. En los dos primeros trimestres el gasto cardiaco va aumentando progresivamente, hasta alcanzar sus niveles más altos sobre la semana 16. Entre esta semana y la 20, el trabajo que realiza el corazón puede llegar a superar en un 50% los valores anteriores al embarazo, manteniéndose elevados hasta el momento del parto.

Como para asumir la necesidad de un mayor volumen sanguíneo el corazón debe latir más deprisa, el aumento del gasto cardíaco está asociado al aumento de la frecuencia cardíaca, incluso en reposo: durante el periodo gestacional, el pulso de una embarazada puede oscilar entre 60 y 90 latidos por minuto (10 o 15 más de lo habitual).

Disminución de la presión arterial. El aumento de los niveles de progesterona durante el embarazo produce una relajación de las paredes de las arterias, por lo que la presión arterial va experimentando un bajada progresiva hasta la semana 16. Sobre la semana 20 es normal que vuelva a aumentar hasta recuperar los niveles previos al embarazo. Es en este último trimestre cuando puede producirse una subida excesiva de la tensión arterial, que puede ser gestacional y desaparecer tras el parto, o ser más grave y derivar en problemas para el feto o la madre, como la preeclampsia. En general, los valores normales de tensión durante la gestación deben estar por debajo de 140/90 mmHg.

Durante el embarazo también pueden producirse arritmias, que si no son derivadas de patologías congénitas, suelen ser benignas y desaparecen tras el parto.

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La importancia de los controles

La naturaleza es sabia y en condiciones normales el cuerpo femenino está preparado para asumir todos estos cambios que se producen en el embarazo. En realidad podría decirse que son bastante similares a los cambios cardiovasculares que pueden experimentar los deportistas en entrenamientos intensivos. Por tanto, esta sobrecarga puede incluso ser beneficiosa para la madre y prepararla para resistir posibles problemas futuros de corazón.

Sin embargo, los controles son imprescindibles para evitar complicaciones, sobre todo si existen antecedentes propios o genéticos de problemas cardiovasculares que puedan agravarse o resultar peligrosos con un embarazo. Las mujeres embarazadas, siempre, deben procurar descansar, alimentarse bien, hacer un poco de ejercicio para reducir las tensiones y el estrés y vigilar regularmente su presión arterial y su salud en general.

El embarazo puede ser una de las etapas más bonitas de la vida de la mujer. Para que todo vaya bien, cuidarse durante estos meses merece mucho la pena. Publicado el05-05-2017
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